
Sonaba el reloj la una,
dentro de mi cuarto.
Era triste la noche...
La luna , reluciente calavera,
ya del cenit declinando,
iba del ciprés del huerto
friamente iluminando
al alto ramaje yerto.
Por la entreabierta ventana
llegavan a mis oídos
metálicos alaridos
de una música lejana...
Una música tristona,
antígua, ya olvidada,
entre inocente y burlona
mal tocada ,mal soplada...
Y yo sentí el estupor
del alma cuando bosteza
el corazón, la cabeza,
Y...
Morirse es lo mejor.
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